"En un lugar no muy lejano, sino cercano hay una Wawaqutu, que teje historias con palabras fértiles, con pulsiones suaves. Un remedio capaz de reparar y recuperar cualquier ilusión perdida. Prepárate para descubrir lo inesperado en tu corazón. Presta atención y escucha con el oído del alma… Había una vez...”

lunes, 10 de enero de 2011

TEPOZTECO

Leyenda Mexicana

Erase una doncella, hija de un gran cacique que vivía cerca de un arroyo llamado Axihtla; a ella le gustaba salir por las tardes y gozar de la frescura del lugar, del canto de los pájaros y del aroma de las flores. A ese lugar llegaba todos los días un enorme pájaro de plumaje rojo vivo el cual escuchaba cantar a la joven. Un día este se dejo acariciar por ella y radiante de felicidad, lo puso en su pecho, Después de esto, a los pocos días, la joven supo que estaba embarazada y guardo el secreto en su corazón.

Dío a luz una robusta criatura, con el disgusto de sus padres que no creyeron semejante historia. Se cree que el dios Ehécatl, dios del viento fue quien se convirtió en pájaro para seducir a la princesa. El padre muy enojado se deshizo del niño abandonándolo en un hormiguero, pero estas lo alimentaron poniendo gotas de miel en su boca. Al día siguiente, como vio que no había muerto, lo puso entre las pencas de un maguey pero al mirar al otro día, vio que de las pencas co

rrían hilillos de aguamiel y lo cubrían del quemante sol. Al creer que el niño era mitad dios y mitad hombre, el cacique lo metió dentro de una cesta, lo dejó junto al arroyo para que se lo llevara la corriente pero se detuvo cerca de un pedrusco en donde fue encontrado por un matrimonio de ancianos.

Tepoztécatl fue el nombre que le pusieron, creció al lado de sus padres adoptivos a quienes les tuvo mucho cariño, respeto, y los cuido como si fueran sus padres legítimos. Cuando llego a la edad de 7 años, el niño les hablo con mucha seriedad:

“Quiero vestirme como cazador y que me hagan un arco y una fecha”

Los abuelos lo complacieron. Entonces el niño lanzo una flecha al aire y una paloma herida cayo del cielo. Desde allí nunca les falto que comer. Mientras fue creciendo, sus padres le enseñaban el curso de los astros, la utilización de las plantas medicinales, el labrar de la tierra y el cultivo del huerto, en fin, todo lo que sabían.

En Xochicalco había un monstruo llamado Xochicálcatl que ferozmente exigía a las poblaciones cercanas le llevaran ancianos para devorarselos y saciar su hambre, pues este comia ancianos para ser cada vez más experto y sabio y si algún pueblo no cumplia el monstruo acabaría con todos los pueblos. En determinadas fechas cada pueblo tenía que enviar un individuo de edad avanzada. Cuando le tocó al padre adoptivo del Tepoztécatl ir a Xochicalco a ser devorado, este no lo permitió y convenció a sus padres adoptivos que lo dejara ir en su lugar a enfrentase al monstruo.

Salió pues Tepoztécatl para ese lugar, ante el temor de sus padres y de todos los que habitaban el pueblo quienes pensaban que no lo volverían a ver. Pero antes de salir dijo:

“Si ven en el cielo humo blanco, dentro de dos días, es señal de mi triunfo, pues si es negro el humo, significará mi derrota".

Por el camino convirtió a tres de los guardias del monstruo en peñascos (que aun existen) y los llamo Texcatepetl, Texihuiltepetl y Tlamatepetl. Al pasar cerca de la saliente de un cerro pensó que si podía perforarla sería señal de que triunfaría en la aventura. Se arrojó contra el tepetate y utilizando sus potentes brazos le fue fácil perforarlo, y como le gustó el sitio, abrió un boquete en lo mas alto para poder mirar el sol en el día, y en las noches, a las estrellas. Todavía puede observarse la oquedad que formó de esta manera, así como la que dicen ser la huella de una rodilla y la de un pie.

Durante el recorrido de Tepoztlan a Xochicalco fue recogiendo Tepoztécatl pedazos filosos de obsidiana, que también les llaman itztlis les llamamos sociedad de las estrellas, pues son negras. Llenó con ellas su morral y al llegar a Xochicalco y ser tragado por el monstruo voraz, que ni siquiera llegó a masticarlo, sacó las navajas de obsidiana de su morral y cortó con ellas las entrañas del monstruo, que murió en medio de terribles convulsiones, saliendo él ileso y elevándose una gran nube de humo blanco.

Al notar los de Tepoztlan, desde la cumbre de Tequixpa el humo blanco que salía de Xochicalco, se llenaron de enorme jubilo. Al ver desde Cuernavaca la señal, de inmediato se organizaron festejos para celebrar el triunfo, ya que con la muerte del monstruo se acababa el vasallaje que por todos los pueblos del contorno significaban la ofrenda que tenían que hacer de personas que fueron comidas por el abominable monstruo de Xochicalco.

Al son del teponaztli que es una especie de tambor, y de la chirimía, (flauta) fue recibido, pero como iba con las ropas sucias no le permitieron tocar comida y ni caso le hicieron; molesto se fue y cuando regreso vestido con finas telas lo recibieron y, le ofrecieron tamales, moles y otras viandas magnificas; Él sin embargo, no quiso tomarlas sino que las arrojo sobre sus vestiduras diciendo:

“Que coma mi ropaje, ya que esto es lo que ustedes veneran. Hace unos minutos llegue aqui sucio por haberlos librado del terrible gigante de Xochicalco y ustedes me ignoraron. Ahora que vengo con finas plumas y brasaletes, ustedes me llenan de favores. Esto solo los hace merecedores de mi desprecio”

Fue así que Tepoztécatl envió una tormenta que arrojó arena a los ojos de todos. Cuando reaccionaron, el niño había desaparecido con los instrumentos: el teponaztli y la chirimía y se oía a los lejos el sonido de ambos. Lo persiguieron y cuando ya lo alcanzaban, se dice que orinó y formó así la garganta que atraviesa Cuernavaca.

Tepoztécatl gozó de amplia consideración en su pueblo natal y fue designado Señor de Tepoztlán y sacerdote del ídolo Ometochtli (Dos Conejo). Pero años después desapareció, no se sabe si murió o se fue a otra parte, pero hay quienes dicen que se fue a vivir junto a la pirámide, para siempre.

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