"En un lugar no muy lejano, sino cercano hay una Wawaqutu, que teje historias con palabras fértiles, con pulsiones suaves. Un remedio capaz de reparar y recuperar cualquier ilusión perdida. Prepárate para descubrir lo inesperado en tu corazón. Presta atención y escucha con el oído del alma… Había una vez...”

martes, 25 de enero de 2011

HAIKUS DE VERANO

El haiku (俳句?), derivado del haikai, es un poema breve japones. Su temática está generalmente relacionado con la naturaleza. Uno de sus maestros clásicos es Matsuo Bashö quien cultivó y consolidó el Haiku con un estilo sensillo y con un componente espiritual. Aqui algunos de sus haikus:


w

En verano,

las montañas y el jardín

se van adentrando

hasta mi habitación.


l

El viejo estanque;

la rana salta;

plop.


b

Ropa de verano.

Todavía está

sin despiojar


,

El primer melón

lo cortamos en cuatro

¿o bien en tajadas?


_


Allí donde el cucú

desapareció

hay una isla


La pintura es de Claire Barone en: http://cbarone123.blogspot.com/

miércoles, 19 de enero de 2011

LA TIRANA

Leyenda Chilena

Diego de Almagro salió del Cuzco para conquistar Chile en 1535. Lo acompañaron alrededor de 50 españoles y diez mil indios peruanos. En esta comitiva iban dos personajes importantes: Paullo Tupac, príncipe de la familia de los incas y Huillac Huma, último sacerdote del extinguido culto al dios sol. Ambos eran tratados en forma deferente por los españoles que los consideraron por su elevada jerarquía. Estaban destinados a pagar con la vida si se producía una rebelión entre los indios de la expedición.

El sumo sacerdote se encontraba acompañado por su hermosa hija de 23 años, una Ñusta. En cuyas venas tenía sangre de los Incas soberanos del Tahuantiusyo. Huillac Huma escapó de los españoles hacia Calama. Sus planes eran fomentar una rebelión. La Ñusta con un grupo de incas los alcanzó más tarde en Pica, desde donde huyó seguida de un centenar de wilkas hacia la Pampa del Tamarugal. Los incas apodaron a esta región Tarapacá, que significa escondite o boscaje impenetrable.

Durante cuatro años la Ñusta, rodeada de sus fieles y valientes wilcas, fue la reina y señora de esos lugares. Con inteligencia organizó sus huestes y convirtió esos bosques en un baluarte inexpugnable, regido por la férrea mano de la bella princesa, que pasó a llamarse "La Tirana del Tamarugal".

Las tribus vecinas y las muy remotas vieron en la bella princesa la capitana viviente de sus ideales. La afirmaron en su airada protesta contra la dominación extranjera y rechazaron con fuerza al cristianismo.

De todos los rincones del Tahuantinsuyo acudieron a rendirle pleitesía y a jurarle lealtad. Los indios valerosos hicieron una guerra sin cuartel que tenía una regla invariable: dar muerte a todo español o indio bautizado que cayese en su poder.

Un día las huestes de la Tirana atacaron en las inmediaciones de la selva a un grupo enemigo y capturaron algunos prisioneros. Así fue como llevaron a su presencia a un apuesto extranjero, el portugués, Vasco de Almeyda, quien contó que se había internado en la comarca en busca de la "Mina del Sol", cuya existencia le había revelado un cacique amigo.

Mirarlo y enamorarse fue una sola cosa. El corazón de la Ñusta, tan implacable, comenzó a latir con prisa. Lamentablemente para la princesa, los wilkas y los ancianos de la tribu, acordaron la aplicación de la pena de muerte para el prisionero. El corazón de la princesa, que hasta ahora no había conocido vacilación, se estremeció de pena al escuchar la cruel sentencia. El estoico desdén ante la pena de muerte que demostró el noble y gallardo prisionero la indujeron a amarlo con desesperación. Entonces comenzó a pensar en cómo librarlo de su ejecución.

Después de pensar la noche entera, la princesa encontró una fórmula para salvar a su amado. En su carácter de sacerdotisa fingió consultar los astros del cielo e interrogar a los ídolos, tutelares de la tribu. Después de meditar, reunió a su tribu y dijo que la ejecución del prisionero debía retardarse hasta el término del cuarto plenilunio.

Los cuatro meses siguientes fueron de descenso para los guerreros del Tamarugal. La princesa no repitió durante ese período las correrías asoladoras que eran el espanto de los colonos de Pica y Huantajaya. Ella ya tenía otro objetivo: quería vivir por su amor.

Los diálogos de la pareja se prolongaban de sol a sol. La Princesa le preguntó al portugués:
- “Y de ser cristiana y morir como tal ¿renaceré en la vida del más allá y mi alma vivirá unida a la tuya por siempre jamás?”

- “Así es amada mía.” - Contestó Almeyda.

- “Estas seguro de ello, ¿verdaderamente seguro?”

- “Me manda creerlo mi Dios y mi religión, que son la fuente de toda verdad.”

En un rapto impetuoso la Ñusta pronunció las palabras que serían su perdición:

- “Entonces bautízame, quiero ser cristiana, quiero ser tuya en ésta y en la otra vida.

Almeyda cogió agua vertiéndola sobre la cabeza de la amada y pronunció las palabras sacramentales:

- “Yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espí..”
No pudo terminar la frase, porque los wilkas que los vigilaban y que aceptaban esta pasión, no pudieron resistir esa traición y en una airada reacción dispararon una nube de flechas sobre ellos.

Ambos cayeron abatidos como tronchados por un huracán. La Ñusta, herida de muerte, sobreponiéndose a sus intolerables dolores llamó a sus alrededor a los wilkas, a los sacerdotes y al pueblo con voz entrecortada y dijo:

- “Muero contenta, muero feliz, segura como estoy, como creyente en Jesucristo, en que mi alma inmortal ascenderá a la gloria y llegaré al trono de Dios, junto a quien estará mi amado, con quien viviré toda una eternidad. Sólo les pido que después de mi muerte coloquen una cruz en mi sepultura y al lado de la de mi amado”.

Cuenta la historia que entre 1540 y 1550, fray Antonio Rondon, de la Real Orden Mercedaria, evangelizador de Tarapacá y Pica, llegó al Tamarugal para levantar en todas partes el estandarte de Cristo. Un día vio un arcoiris y siguió su haz de luz hasta un bosque de tamarugo, donde encontró una cruz cristiana.
Fray Antonio vio en ello una especie de indicio del cielo, una llamada de recuerdo a la Princesa Tirana del Tamarugal. En el lugar edificó una ermita que con el correr del tiempo se convirtió en iglesia. La colocó bajo la advocación de Nuestra Señora del Carmen, pensando en el escapulario carmelita que llevaba Vasco de Almeyda.

Ilustración de Marcelo Baeza para el libro "Mito del Reyno de Chile" en:
http://bitacorabrujula.blogspot.com

miércoles, 12 de enero de 2011

LA LEYENDA DEL ESPANTAPÁJAROS

La leyenda del espantapájaros, un cuento en forma de fábula que tiene, según muchos, un efecto "rejuvenecedor impresionante"... así, como cuando éramos chicos y nos contaban una historia con moraleja y nos prendiamos de los héroes, creíamos, llorábamos, reíamos, sonreíamos junto a ellos. Por eso, hoy los invitamos a disfrutar de esta historia, a lo mejor se rejuvenecen, a lo mejor no tanto, pero saldrán con una nueva visión.
Buen provecho!

Ficha técnica:

Narrador: Sancho Gracia
Escritor y director: Marco Besas
Animación: Carlos Lascano
Música original: Fernando Cascales
Producer: Juan Manuel Díaz
Diseño de sonido: Antonio Garrido
Editor y efectos: Carlos Lascano
Animación 3D y Modelos: Fernando Cascales


lunes, 10 de enero de 2011

TEPOZTECO

Leyenda Mexicana

Erase una doncella, hija de un gran cacique que vivía cerca de un arroyo llamado Axihtla; a ella le gustaba salir por las tardes y gozar de la frescura del lugar, del canto de los pájaros y del aroma de las flores. A ese lugar llegaba todos los días un enorme pájaro de plumaje rojo vivo el cual escuchaba cantar a la joven. Un día este se dejo acariciar por ella y radiante de felicidad, lo puso en su pecho, Después de esto, a los pocos días, la joven supo que estaba embarazada y guardo el secreto en su corazón.

Dío a luz una robusta criatura, con el disgusto de sus padres que no creyeron semejante historia. Se cree que el dios Ehécatl, dios del viento fue quien se convirtió en pájaro para seducir a la princesa. El padre muy enojado se deshizo del niño abandonándolo en un hormiguero, pero estas lo alimentaron poniendo gotas de miel en su boca. Al día siguiente, como vio que no había muerto, lo puso entre las pencas de un maguey pero al mirar al otro día, vio que de las pencas co

rrían hilillos de aguamiel y lo cubrían del quemante sol. Al creer que el niño era mitad dios y mitad hombre, el cacique lo metió dentro de una cesta, lo dejó junto al arroyo para que se lo llevara la corriente pero se detuvo cerca de un pedrusco en donde fue encontrado por un matrimonio de ancianos.

Tepoztécatl fue el nombre que le pusieron, creció al lado de sus padres adoptivos a quienes les tuvo mucho cariño, respeto, y los cuido como si fueran sus padres legítimos. Cuando llego a la edad de 7 años, el niño les hablo con mucha seriedad:

“Quiero vestirme como cazador y que me hagan un arco y una fecha”

Los abuelos lo complacieron. Entonces el niño lanzo una flecha al aire y una paloma herida cayo del cielo. Desde allí nunca les falto que comer. Mientras fue creciendo, sus padres le enseñaban el curso de los astros, la utilización de las plantas medicinales, el labrar de la tierra y el cultivo del huerto, en fin, todo lo que sabían.

En Xochicalco había un monstruo llamado Xochicálcatl que ferozmente exigía a las poblaciones cercanas le llevaran ancianos para devorarselos y saciar su hambre, pues este comia ancianos para ser cada vez más experto y sabio y si algún pueblo no cumplia el monstruo acabaría con todos los pueblos. En determinadas fechas cada pueblo tenía que enviar un individuo de edad avanzada. Cuando le tocó al padre adoptivo del Tepoztécatl ir a Xochicalco a ser devorado, este no lo permitió y convenció a sus padres adoptivos que lo dejara ir en su lugar a enfrentase al monstruo.

Salió pues Tepoztécatl para ese lugar, ante el temor de sus padres y de todos los que habitaban el pueblo quienes pensaban que no lo volverían a ver. Pero antes de salir dijo:

“Si ven en el cielo humo blanco, dentro de dos días, es señal de mi triunfo, pues si es negro el humo, significará mi derrota".

Por el camino convirtió a tres de los guardias del monstruo en peñascos (que aun existen) y los llamo Texcatepetl, Texihuiltepetl y Tlamatepetl. Al pasar cerca de la saliente de un cerro pensó que si podía perforarla sería señal de que triunfaría en la aventura. Se arrojó contra el tepetate y utilizando sus potentes brazos le fue fácil perforarlo, y como le gustó el sitio, abrió un boquete en lo mas alto para poder mirar el sol en el día, y en las noches, a las estrellas. Todavía puede observarse la oquedad que formó de esta manera, así como la que dicen ser la huella de una rodilla y la de un pie.

Durante el recorrido de Tepoztlan a Xochicalco fue recogiendo Tepoztécatl pedazos filosos de obsidiana, que también les llaman itztlis les llamamos sociedad de las estrellas, pues son negras. Llenó con ellas su morral y al llegar a Xochicalco y ser tragado por el monstruo voraz, que ni siquiera llegó a masticarlo, sacó las navajas de obsidiana de su morral y cortó con ellas las entrañas del monstruo, que murió en medio de terribles convulsiones, saliendo él ileso y elevándose una gran nube de humo blanco.

Al notar los de Tepoztlan, desde la cumbre de Tequixpa el humo blanco que salía de Xochicalco, se llenaron de enorme jubilo. Al ver desde Cuernavaca la señal, de inmediato se organizaron festejos para celebrar el triunfo, ya que con la muerte del monstruo se acababa el vasallaje que por todos los pueblos del contorno significaban la ofrenda que tenían que hacer de personas que fueron comidas por el abominable monstruo de Xochicalco.

Al son del teponaztli que es una especie de tambor, y de la chirimía, (flauta) fue recibido, pero como iba con las ropas sucias no le permitieron tocar comida y ni caso le hicieron; molesto se fue y cuando regreso vestido con finas telas lo recibieron y, le ofrecieron tamales, moles y otras viandas magnificas; Él sin embargo, no quiso tomarlas sino que las arrojo sobre sus vestiduras diciendo:

“Que coma mi ropaje, ya que esto es lo que ustedes veneran. Hace unos minutos llegue aqui sucio por haberlos librado del terrible gigante de Xochicalco y ustedes me ignoraron. Ahora que vengo con finas plumas y brasaletes, ustedes me llenan de favores. Esto solo los hace merecedores de mi desprecio”

Fue así que Tepoztécatl envió una tormenta que arrojó arena a los ojos de todos. Cuando reaccionaron, el niño había desaparecido con los instrumentos: el teponaztli y la chirimía y se oía a los lejos el sonido de ambos. Lo persiguieron y cuando ya lo alcanzaban, se dice que orinó y formó así la garganta que atraviesa Cuernavaca.

Tepoztécatl gozó de amplia consideración en su pueblo natal y fue designado Señor de Tepoztlán y sacerdote del ídolo Ometochtli (Dos Conejo). Pero años después desapareció, no se sabe si murió o se fue a otra parte, pero hay quienes dicen que se fue a vivir junto a la pirámide, para siempre.

jueves, 6 de enero de 2011

EL ORIGEN DE LAS HISTORIAS DE LOS PIELES ROJAS

Leyenda Séneca

Era Niño Huérfano un joven cazador de pájaros que había alcanzado gran nombradía entre las gentes de su poblado y, si es el caso, incluso de las gentes de los poblados cercanos que se asentaban a lo largo del curso del Gran Río, en la inmensa llanura rodeada por gigantescos macizos montañosos cubiertos por frondosos y espesos bosques de verdes y puntiagudos árboles de hoja perenne, ya que los de ramaje deciduo no eran capaces de soportar climas tan extremos y rigurosos que hacían que toda la extensa pradera se cubriera de un grueso manto de nieve y hielo, que había de ser surcado por las manadas de bisontes en busca de otros prados más benignos en los que los pastos les resultasen más asequibles para comer.

Niño Huérfano había alcanzado gran éxito cazando pájaros por todas aquellas majestuosas y frías latitudes.

Un día el joven cazador de aves salió de su tienda hecha con piel de búfalo secado al frío riguroso del lugar en busca de pajarillos con los que distraer su ocio y satisfacer, si no su hambre, sí al menos la de su desdentada abuela, que se escondía en la penumbra de su cobijo. Llevado por su afán desmedido, se adentró en uno de los espesos bosques que rodeaban su poblado sin darse cuenta de que el ahínco que había puesto en esta singular caza le había sumido en un estado tal que ni el mismo tiempo contara para él. De modo que Niño Huérfano se encontró, en un momento determinado de su expedición, en medio de un claro del bosque jadeando, casi extenuado y con el desconcierto de no saber dónde se hallaba, adonde había llegado en su obsesiva persecución de las pequeñas aves.

Niño Huérfano se limpió el sudor de su frente, se detuvo un momento en medio del calvero y, sintiendo en sus piernas el cansancio propio del denuedo realizado, se acercó a una enorme piedra redonda que yacía bajo un grupo de abetos gigantes y se sentó en ella.

Mientras el joven piel roja descansaba del esfuerzo que hiciera en su cacería, tomó de su carcaj de piel de marmota una de las flechas, que mellara su punta en el último tiro que lanzara sobre un diminuto colibrí, y se puso a repararla.

¿Te cuento historias?

Alguien hablaba a Niño Huérfano. Éste, sorprendido y receloso por si le acechaba algún grave peligro y sin saber muy bien lo que le habían dicho, miró a su alrededor, tomó de su cintura el gran cuchillo plano en actitud hostil y volvióse a mirar con el ansia de saber que no se hallaba solo en aquel lugar tan alejado de su tribu.

Niño Huérfano, tomando las prevenciones oportunas, al fin se atrevió a preguntar:

¿Quién me habla? ¿Qué me has dicho? —se calló un momento durante el cual registró con verdadero anhelo su alrededor y detrás de los primeros árboles que componían el bosque; luego volvió a preguntar—: ¿Quién está ahí? ¿Quién eres? —y ordenó, ante el mutismo que reinaba a su alrededor—: ¡Q

ue salga sea el que sea quien me ha hablado! No sé lo que me has pedido, pero te he oído con claridad.

Quedó el cazador de aves en alerta por si veía salir de la espesura del bosque a algún guerrero de cualquiera de las tribus enemigas o algún hado desconocido y maléfico, uno de aquellos genios que decía el chamán que salían a las veredas de las montañas para echar sus encantamientos y hechizos sobre la gente de bien que deambulaba por ellas en paz.

Todo fue silencio en un buen rato. Sólo se escuchaban los trinos de los pájaros que el joven no veía por ningún lado.

¿Te cuento historias?

Se volvió a escuchar la propuesta.

Niño Huérfano ahora sí estuvo seguro, incluso de lo que había dicho y de donde había llegado la voz. Venía del propio risco redondo donde se sentara a descansar.

¡Sal de ahí!, gritóle el cazador de pájaros a alguien que se debía esconder tras la singular roca.

Pero de allí no surgió nadie. Por eso el muchacho rodeó la gran peña con la esperanza de encontrar tras ella a alguna persona o ser y quedó desilusionado al comprobar que irremediablemente estaba solo.

La piedra redonda le dijo:

Soy yo.

Niño Huérfano quedó atónito, sorprendido, sus piernas le forzaban para que se alejase de allí a todo correr. La piedra le repitió:

Sí, no te asombre, soy yo.

El cazador de aves, extrañado, preguntó:

¿Tú?

Sí, yo. Y te repito la misma propuesta que tanto te extraña: ¿Te cuento historias?, dijo el risco redondo y luego enmudeció.

Niño Huérfano aún no abandonó su recelo y palpó la dura roca parlante por si en ella había algún conjuro o algún aojamiento. Cuando comprobó que aquélla era una piedra como cualquier otra que yacía al borde del camino, dijo:

¿Qué es eso? ¿Qué significa contar historias?

La piedra volvió a hablar y le informó afablemente:

Contar historias significa simplemente contar lo que ha pasado hace muchísimo tiempo.

En joven cazador de pájaros, lleno de curiosidad y recelo, se acercó algo más a la piedra redonda y le preguntó tímidamente:

¿Puedes contármelas a mí?

Puedo si quiero, repuso

¿Y quieres? ,preguntó de nuevo el muchacho.

La insólita roca le hizo su oferta:

Yo te contaré historias a cambio de los pájaros que tienes.

Niño Huérfano se los dio todos.

La piedra redonda, según lo acordado, contó una historia tras otra sobre el mundo anterior al mundo entonces presente.

A Niño Huérfano le gustaban tanto estas narraciones que todos los días salía a cazar y, atiborrado de pájaros, se acercaba al calvero donde descansaba la piedra parlanchina para cambiarle las aves por nuevas historias fascinantes y antiquísimas.

Un día acudió a la cita diaria con un niño mayor y poco después se presentó con dos hombres de su tribu. Todos escucharon embelesados las magníficas historias que contaba la piedra redonda. Viendo ésta que sus narraciones eran del gusto de la gente y que entre todos ellos se había creado una gran fama y notoriedad, se dirigió a Niño Huérfano y le propuso:

Mañana que venga todo el pueblo en masa. Contaré mis historias para todo aquel que me quiera oír.

El muchacho asintió asegurándole que se haría como ella deseaba y que el pueblo en masa se presentaría en el calvero para escuchar sus atractivas leyendas.

Pero la piedra redonda le habló de nuevo poniéndole condiciones:

Que venga todo el que lo desee, pero que a cambio de mis historias cada uno me traiga un regalo de comida.

Así se hizo.

Y desde entonces, cumpliendo fielmente las instrucciones que diera la piedra redonda, es indispensable contar estas historias de generación en generación hasta que el mundo se acabe.

Ahí van las historias que construyeron el pueblo piel roja.